25 jun. 2007

Que pasa en el zanjon?

No entiendo como se pueden demorar tanto algunas obras públicas, como por ejemplo la de la Vía expresa. Paso todos los días por allí, antes de las 8 am y luego de las 6 pm y no veo trabajar a nadie. Me pregunto si no sería más eficiente que se trabaje más horas, de corrido, incluso sábados y domingos; Acaso no se pueden contratar más personas para que trabajen en turnos rotativos como se hace en el sector privado?. Entiendo que los costos aumentarían pero ello se trasladaría al precio final. Porque no se considera la fecha de termino de la obra en el contrato que se hace con los contratistas?. Lo mismo ocurre Miraflores y las calles que la Municipalidad ha dejado a medio construir como Berlín. Para mí, la respuesta es simple y se llama CORRUPCIÓN. Lo que sucede es que amarran la adjudicación de la obra con el pago de coima. Es eso y nada más, simplemente CORRUPCIÓN generado por autoridades corruptas y en el caso, para mí en el caso negado, que no lo sean son ineficientes.
La municipalidad de Lima y el Municipio miraflorino deberían explicar su trabajo pero no lo hacen ni lo van a hacer porque los trapos sucios se lavan en casa y la cochinada se queda bajo la alfombra.

15 jun. 2007

Ya, ya..no es para tanto


Llegamos al Pub Las Cruzadas, un hueco en Miraflores del que Chicho tanto nos había hablado. Un lugar cercado de mamparas de vidrio y en su interior la casa medieval, ambiente adornado con motivos de la época: armaduras de metal, cachiporras y escudos en las paredes.

Entre la casa y el cerco de vidrio se advertían mesas listas para ser ocupadas, en una de las cuales Ismael y Enrique nos esperaban.

-Eigale llegó el maestro- dijo Enrique, poniéndose de pie y haciendo reverencias cachosas a Chicho.

- Ya sin cacha tío - dijo Chicho dirigiéndose al interior del local. A la casa. - Ya vengo, vayan avanzando.

Tomé asiento en la mesa, acompañando a Ismael y Enrique que ya calentaban motores.

- Muchachos será mejor que vigilemos a Chicho, ya sabemos como se pone cuando toma –dijo Enrique.

Chicho era una buena persona, pero con un gran defecto…le gustaba el trago. Ya de por sí su imagen no era muy seria: cara de mapache, cuello corto, hombros caídos, barriga afuera con el pantalón a media altura, y como si eso fuera poco era borracho…muy borracho.

Recuerdo la primera vez que salimos tomar. Era la hora en que terminaban nuestras labores en la oficina.
- Habla. Te apuntas para unas coca colas- me dijo.
- No me gusta la coca, es muy dulce-le dije.
- A mi tampoco, por eso la bajo con un roncito, vienes?

Consideré estar un momento y dejarlos, luego me di cuenta que la chupeta era solo entre los dos, es decir ese “vienes” significaba te apuntas o chupo solo.



El local se fue llenando. Ismael, Enrique y yo tomábamos la segunda jarra de cerveza cuando Chicho regresó y tomó asiento. Habría pasado cerca de veinte minutos desde que llegamos y ya estaba mareado. No podía creerlo.

- Mozo una jarra- exigió Chicho.

Tomamos.

Álos minutos siguientes Chicho estaba más inquieto. Se levantaba para saludar a los vecinos de otras mesas, personas a las que no conocía. Luego, reconoció a alguien en una de las mesas dentro de la casa y se dirigió hacia allí.

- Ese Chicho es terrible, nunca cambiará - comentó Enrique.

Hace pocos días que Chicho había visitado intempestivamente el departamento de Enrique justo cuando este tenía invitados, es decir enplena reunión personal. Chicho Demonio con una botella en la mano tocó el timbre del departamento de Enrique, quien luego de abrir la puerta y ver la botella en la mano de Chicho comento: ¨Cortez¨, a lo que Chicho me respondió: ¨Lo Cortéz no quita lo valiente¨ y haciéndose a un lado se metió en el depa.
Como era de esperarse no tomó ni una gota de su veneno, pero si se aplicó el mejor whisky de la mesa. Al rato empezó a llorar. Tomaba grandes sorbos, tomaba hasta sus lágrimas. De allí comentó voz en cuello que no tenía tiempo para ver a su esposa ni a su pequeña. ¡Maldita chamba, decía. Buaaa, no me deja ver a mi hija!.
La cara de asombro de los invitados y luego uno de ellos bien serio le dijo:
- Entonces que haces aquí?, son las 2 de la mañana, ve a verlas.
Chicho que no escuchaba nada con excepción de sus propios lamentos dijo:
– Ya, ya, no es para tanto. Se secó las lágrimas y bebió un nuevo sorbo de su wisconsin.



La sonrisa de mi cara, luego de recordar este relato, se borró cuando Chicho súbitamente se sentó en la mesa. Traía en la cabeza un casco medieval. Un nuevo roche, aunque peor fue cuando intentó dar a cada uno un afectuoso beso en la mejilla sin siquiera intentar quitarse el casco.

- Siéntate carajo, le dijo Ismael agarrándolo por los hombros y sentándolo de un tirón,

- Ya, ya, no es para tanto- se apuró Chicho.

Re - tomamos y también la conversación. La situación ya estaba en calma, cuando la interrumpió un sonoro "SUELTA CARAJO" acompañado de un "PLAF", provenientes del interior de la casa.

Chicho intentaba de la manera más económica calmar su hambre, cuando el chef de una severa cachetada con mano extendida, de arriba hacia abajo, lo hizo caer del mostrador donde con medio cuerpo estirado se esforzaba por alcanzar un pedazo de chicharrón.

- Yaya no es para tanto - le dijo al chef.

Con el rostro desencajado, rojo y con la figura de una mano en medio regresó a la mesa. Se sentó dejando caer una pierna sobre la otra a la altura de la rodilla. No habló más, ya no podía. La vergüenza o mejor dicho la borrachera se lo impedían. Solo seguía con la mirada el recorrido de los derriers que pasaban frente a él.

La calma volvió a nuestra mesa.

Al cabo de un rato se levanto bruscamente y sin despedirse salió del local.

- Oe se va – les dije a mis compañeros.
- Deja que se vaya. Mejor. A fin de cuentas nunca le pasa nada – Dijo Ismael.
- Su ángel de la guarda vende ceviche – añadió Enrique.

Reímos.

No pasaron ni cinco minutos cuando lo vimos frente del local, exactamente en la acera opuesta y a la altura donde estábamos ubicados. Chicho nos miraba a la distancia. Su mirada era fija aunque perdida, daba la impresión que no nos reconocía.

De pronto cruzó la pista a paso firme.

- Ya nos vio, allí viene, dijo Enrique.
- Si pero viene directo a nosotros- dijo Ismael. NOOO, no creo que....

El estruendo llamó la atención de todos.

Frente plana, nariz achatada y boca semiabierta presionaban la mampara de vidrio a la altura de mi cara. Con la fuerza con la que se estrelló, quedó literalmente pegado a ella. Demoró unos segundos para despegarse o mejor dicho para deslizarse lentamente sobre la acera.

- Ay, Ay, ¿qué pasó? - dijo Chicho tirado en el piso.

La risa se hizo presente en el local. Incluyéndonos por supuesto.

Inclusive los mozos que fueron a levantarlo no pudieron hacerlo porque la risa se los impedía. Tuvo que salir el administrador a levantarlo y a duras penas logró hacerlo.

Eso fue lo último de esa noche. Con eso cerró el telón.

Lo embarcamos en un tico en cuyo parachoques decía: “Angel de la guarda, no me abandones”. Imaginé que era el taxi indicado para él.

Aunque tal vez no... total su ángel nunca lo abandona.